Managua, La Habana. 6 de agosto de 2009. (SDP) En algunas áreas oposicionistas, desde hace unos días, se trata de acuñar el argumento de que “los cubanos, a lo largo de nuestra historia, hemos sido capaces de lograr nuestros objetivos nacionales, a pesar de las diferencias que han existido entre nosotros”.
A tenor con ese presunto acierto, combaten la posibilidad de que exista un representante o portavoz de la oposición pacífica en la isla. A los efectos, han lanzado más allá de nuestras fronteras dos preguntas: ¿Cual sería la ventaja de considerar la existencia de un solo dirigente como única opción válida en este momento? ¿Por qué la dirigencia tiene que ser unipersonal?
En 1869, los iniciadores, hombres inteligentes y de buena formación desde la cuna, aceptaron en la Asamblea de Guaimaro a Carlos Manuel de Céspedes como Presidente de la República en Armas.
En 1895, los curtidos generales, caudillos que habían guerreado por años contra la metrópolis española en condiciones de sacrificio extremo, que tenían las huellas de la contienda bélica en el cuerpo y en el alma, aceptaron a José Martí, un hombre que ni de lejos había olido la pólvora u observado una carga al machete de la caballería mambisa, como organizador y jefe civil de la llamada “Guerra Necesaria”.
Diferencias siempre han existido entre los seres humanos. Se manifiestan hasta entre padres e hijos y entre parejas que se aman. Pero en los momentos de necesidad vital, de objetivos trascendentes, las diferencias tienen que pasar a un segundo o tercer plano. Los que actúan de otra forma, por regla general, pertenecen al género de los ruines y mediocres extremos.
Si suponemos que fuera cierto que lo que ha primado en nuestra historia nacional sean las diferencias, ¿por qué tiene que continuar siendo de esa manera por los siglos de los siglos?
Dentro de las figuras de la oposición hay algunas que se auto califican de “tanques pensantes”. ¿Por qué algunos de esos “tanques” y otros que al parecer se ven asimismo como representantes indiscutibles de la oposición, no seleccionan un representante o portavoz semestral de la misma forma que lo hace la Unión Europea?
Si es muy difícil ponerse de acuerdo en algo que parece ser muy fácil, que echen los nombres de todos los candidatos en un cartucho… bueno, en Cuba no hay cartuchos, en una jabita de nylon, y que saquen al elegido.
De todas formas, la autoridad verdadera no se otorga, emana de las personas de la misma manera que el agua de un manantial.
Es muy difícil negar la autoridad que Nelson Mandela ostenta en Sudáfrica aunque hace varios años no es el presidente de ese país. Abraham Lincoln tiene autoridad a pesar de que fue asesinado en 1865. Vemos y sentimos la autoridad de nuestros próceres aunque los conocimos a través de fotos y retratos. Y esos son nada más que tres ejemplos.
En todas partes los demócratas tienen a sus representantes. Cuando tengamos posibilidad de hacer elecciones libres, los cubanos sacarán a sus representantes. ¿Por qué los que tienen la posibilidad no comienzan a dar pasos en ese rumbo? Si lo intentan, es muy fácil. Aunque sería loable la llegada de nuevos protagonistas.
fornarisjo@yahoo.com
A tenor con ese presunto acierto, combaten la posibilidad de que exista un representante o portavoz de la oposición pacífica en la isla. A los efectos, han lanzado más allá de nuestras fronteras dos preguntas: ¿Cual sería la ventaja de considerar la existencia de un solo dirigente como única opción válida en este momento? ¿Por qué la dirigencia tiene que ser unipersonal?
En 1869, los iniciadores, hombres inteligentes y de buena formación desde la cuna, aceptaron en la Asamblea de Guaimaro a Carlos Manuel de Céspedes como Presidente de la República en Armas.
En 1895, los curtidos generales, caudillos que habían guerreado por años contra la metrópolis española en condiciones de sacrificio extremo, que tenían las huellas de la contienda bélica en el cuerpo y en el alma, aceptaron a José Martí, un hombre que ni de lejos había olido la pólvora u observado una carga al machete de la caballería mambisa, como organizador y jefe civil de la llamada “Guerra Necesaria”.
Diferencias siempre han existido entre los seres humanos. Se manifiestan hasta entre padres e hijos y entre parejas que se aman. Pero en los momentos de necesidad vital, de objetivos trascendentes, las diferencias tienen que pasar a un segundo o tercer plano. Los que actúan de otra forma, por regla general, pertenecen al género de los ruines y mediocres extremos.
Si suponemos que fuera cierto que lo que ha primado en nuestra historia nacional sean las diferencias, ¿por qué tiene que continuar siendo de esa manera por los siglos de los siglos?
Dentro de las figuras de la oposición hay algunas que se auto califican de “tanques pensantes”. ¿Por qué algunos de esos “tanques” y otros que al parecer se ven asimismo como representantes indiscutibles de la oposición, no seleccionan un representante o portavoz semestral de la misma forma que lo hace la Unión Europea?
Si es muy difícil ponerse de acuerdo en algo que parece ser muy fácil, que echen los nombres de todos los candidatos en un cartucho… bueno, en Cuba no hay cartuchos, en una jabita de nylon, y que saquen al elegido.
De todas formas, la autoridad verdadera no se otorga, emana de las personas de la misma manera que el agua de un manantial.
Es muy difícil negar la autoridad que Nelson Mandela ostenta en Sudáfrica aunque hace varios años no es el presidente de ese país. Abraham Lincoln tiene autoridad a pesar de que fue asesinado en 1865. Vemos y sentimos la autoridad de nuestros próceres aunque los conocimos a través de fotos y retratos. Y esos son nada más que tres ejemplos.
En todas partes los demócratas tienen a sus representantes. Cuando tengamos posibilidad de hacer elecciones libres, los cubanos sacarán a sus representantes. ¿Por qué los que tienen la posibilidad no comienzan a dar pasos en ese rumbo? Si lo intentan, es muy fácil. Aunque sería loable la llegada de nuevos protagonistas.
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