jueves, 4 de junio de 2009

EL ESLABÓN MÁS DÉBIL DE LA CADENA, Laritza Diversent


El Calvario, La Habana, 4 de junio de 2009, (SDP) Mi amiga no tiene rostro, pero existe. Podemos darle cualquier nombre. De ahora en adelante, la llamaremos Laura. Ella teme dar su verdadero nombre. Lo que aquí digo, puede llevarla a perder su puesto de trabajo. Pero no quiere callar más. Necesita que el mundo sepa las humillaciones que como mujer y trabajadora sufre.

Laura es un custodio de la sociedad anónima ‘SEPSA’, entidad que se dedica a la prestación de servicios de seguridad y protección. Recibe un salario de 260 pesos y un estimulo en divisas, 25 CUC. Trabaja 24 horas y descansa 72.

El día que la contrataron, un jefe de turno de la referida entidad, solicitó incorporarla a su grupo de trabajadores. La colocó en una posta alejada del centro de la ciudad, y por ende, de donde vivía. Un lugar solitario, en el que los mosquitos hacían fiesta en la noche.

En principio, el jefe era amable con ella. La seducía y halagaba su belleza. Incluso le insinuó que ella tenía condiciones para trabajar en una oficina y que podía contar con él para lograr esa meta. De esta forma la ilusionó con un posible cambio de puesto de trabajo.

Después de un tiempo, solicitó otro puesto laboral y el jefe se lo negó. La galantería de su superior se acabó cuando ella empezó relaciones amorosas con otro trabajador que no tenían ningún rango jerárquico. Ella sentía que era un castigo. Con el tiempo sus sospechas se confirmaron. Un tercero le confesó que su jefe ‘le tenía puesto el pie encima’, porque no quiso tener relaciones sexuales con él. Mi amiga no se quejó. Calló y tragó el buche amargo en total silencio.

Pero eso no es lo único que soporta, la entidad le debe 49 días de vacaciones. Más de dos años sin descanso. No tienen fuerza de trabajo disponible para cubrir su puesto laboral, es la explicación de la gerencia central.

El sindicato, por su parte, nade hace ante esta flagrante violación de los derechos laborales. No obstante, la organización le exige a cada trabajador una cotización mensual. Laura paga 30 pesos al año por estar sindicalizada.

Los trabajadores se quejan, pero muy bajito. Saben las consecuencias de ir contra la administración. Pueden ser compelidos a dejar sus empleos. Sus jefes tienen todos los medios a su alcance para hacerles la vida imposible.

Inspecciones sorpresiva y continuas, a veces, hasta tres por guardia. Estar sentada, un botón de la camisa desabrochado o no tener el bastón encima, conlleva a la imposición de medidas disciplinarias por violación del reglamento. Como consecuencia, pierden el 25 % del estimulo salarial en divisa. Los castigan con lo que más les duele.

Mi amiga ha tolerado todo por no perder su empleo: faltas de respeto de sus superiores, acoso sexual, violación de sus derechos como trabajadora. Tiene un hijo que mantener y tiene que aportar en la economía de la casa de sus padres. Por eso aguanta lo que venga, sin hacer ningún tipo de ruido.

El sufrimiento de Laura es también el pesar de muchas trabajadoras cubanas. No valen para ellos el esfuerzo y desempeño profesional. No hay nada que los proteja. Están totalmente expuestos a la voluntad de sus superiores, quienes se aprovechan de la autoridad de sus cargos para violentar impunemente los derechos de sus subordinados.

Mientras los trabajadores constituyan el eslabón más débil de la cadena, continuarán los abusos y los atropellos. Pero sobre todo, el silencio y con él, las ganas de morir o huir. Lo que sea, menos seguir aquí.
laritzadiversent@yahoo.es

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