jueves, 4 de junio de 2009

EL HOLANDES HERRANTE O EL SIN CARTERA, Paulino Alfonso


Lawton, La Habana, junio 4 de 2009 (SDP) Este título me lo sugirió uno que cree en el castrismo como un fundamentalista islámico en Allah: mi vecino Pepe, que arrastra sus 72 años, entre un puesto de sereno nocturno y otro de fumigador por el día. Sólo duerme bien 3 veces por semana.

Un día del verano de 1994 se quedó sin familia y partir de ahí, todos los vecinos lo ayudan con los intragables frijoles de la bodega, los infumables cigarrillos Titán, el indigerible arroz y el jabón de perros que le venden cada 3 meses.

El 4 de marzo se presentó en mi casa con un Granma y me dijo: “Quiero verte, es muy importante.” Al verlo solo, me tranquilicé, no era un acto de repudio. Entonces le pregunté: “¿Tienes algún problema, Pepe?”

-“No, no me queda ninguno por tener”, me contestó, “vengo para que me digas quien este hombre del gobierno, que yo ni mis compañeros de la Asociación de Combatientes de la Revolución conocemos.

Le pregunté: “¿Por qué tengo que conocerlo? “

-“Tú te movías en ese mundo, “compañero”, me dijo con sorna, “a nosotros solo nos dan caña, construcción, guardias y marchas. Esa gente ni nos mira desde sus carros con aire acondicionado, ni podemos ir a sus barrios sin que la policía nos pida el carné de identidad.

Ante tales hechos, me rendí, apreté la memoria y le expliqué esto que voy a exponer, que estoy seguro que pocos conocen. Así Pepe y sus amigos sabrán al menos un poco quien es uno de sus más poderosos y menos conocidos dirigentes.

En mi país, el señor Ricardo Cabrisas Ruíz es tan poco conocido como el Holandés Errante. Sin embargo, acaban de nombrarlo Vice-presidente para la Economía, el Comercio Exterior y la Colaboración. Se necesita una carretilla para tan largo título.

Ya es hora de conocerlo, vamos pues.

Santiaguero, Ricardo Cabrisas Ruiz, ex estudiante de medicina al triunfo de la revolución, fue tempranamente destinado por el Líder para los avatares diplomáticos. Sin dudas, con el mismo filtro esotérico que escogió a Robaina El Disoluto, a Carlitos El Indigno y a Felipito, el fiel intérprete y degustador de mieles.

Desde la URSS hasta Mongolia, hizo una extensa pasantía para terminar en el entonces incipiente y supersecreto negocio del níquel con los canadienses y su refinería en Saskatchewan. Allí demostró no solo ser un aplicado aprendiz del capitalismo, sino un consumado manager (cuadro, en términos comunistas). Todo iba como miel sobre hojuelas hasta que unos pecadillos del entonces embajador castrista ante Tokio lo obligaron a hacerse cargo del casino en que se había convertido la Embajada cubana. Baste decir que fue expedito, castigó a los recalcitrantes de forma tal que en dos meses el recinto volvió a ser realmente una sede diplomática.

En honor a la verdad, Ricardo Cabrisas siempre ha sido un ser distante, austero y exigente. A la vez, organizado, modesto, con una fobia enorme a la publicidad y lo más peligroso para la hipócrita y mendaz fauna del servicio exterior castrista, extremadamente trabajador. En fin, un dirigente en cualquier sistema, aún en el circo del castrismo.

Esas cualidades pronto las tendría que poner a prueba cuando tuvo que abandonar su ya cómodo empleo para asumir emergentemente otro destino más complejo: el comercio exterior.

Corrían los 70, y la intromisión soviética en la vida cubana era insoportable. No para Cabrisas (conozco que nadie, ni siquiera el Anciano, lo llama de otra forma), pues gozaba de toda la confianza de los camaradas soviéticos. Al aplicar los mismos métodos de Tokio, en menos tiempo educó a sus levantiscos subordinados que sabían por referencias, lo filoso del sable samurai del Ministro.

Creó en 5 años, a pesar del Anciano, una eficiente maquinaria que con la cooperación del MININT y de las oficinas comerciales cubanas en el exterior, hicieron del “rígido bloqueo imperialista” algo tan duro como papilla de bebitos.

Eso lo sabe cualquier cubano que pase de 30 años. La balanza comercial castrista desde 1970 había sido negativa. Piensen si se trabajó duro, que durante los años 80, se logró revertir esta tendencia. Fue un logro de muchos, entre ellos Cabrisas. Los Castro sólo gastaron a manos llenas, uno con los No “Alienados” (sic) y el hermanísimo en las guerras africanas y centroamericanas y el Royal Salute.

Al parecer, la vida no le permite a Cabrisas disfrutar de sus cosechas. Llegó el Periodo Especial y la pérdida del 85 % del comercio exterior castrista. El Anciano lo convocó para que buscara una solución a sus apremiantes necesidades monetarias, ¡cuándo no! El resto de la corte, con la excepción del hoy indigno Carlitos Lage, solo sabían de reverencias, chismes, intrigas y simulaciones. Se necesitaba un título elástico como chicle. En eso, el Anciano es especialista mayor.

Por su obra y gracia, Cabrisas se convirtió en Ministro sin Cartera, con un universo de trabajo que le permitía negociar lo mismo con el Sr. Fenech Adami, Gran Maestro de la Orden de Malta, con el Dato Seri Mahatir, Premier de Malasia, que con la cubana Gran Duquesa María Eugenia de Luxemburgo. No subestimen la capacidad de maniobra e intelectual de este hombre.

Se preguntarán ¿y del comercio exterior que? Muy bien, gracias. Deprimido como estaba, se entregó al alumno del Sin Cartera, el Sr. Raúl de la Nuez, quien llevaba una “ardua y austera” vida en Toronto al frente de los negocios del níquel.

Además, por entonces Ibrahim Farradaz, sustituido por la sustituida Martita Lomas (ambos en la lista de los indignos), junto con Taladrid ( no confundir con el atorrante “mesero”), se dedicaban a mendigar en la Unión Europea y hasta en el Nepal, autos, camiones, ómnibus y combustible, etc , con que superar el momento gris y amargo que pasaban los cubanos, no la nomenclatura y sus damas.

Pero terminemos con el Sr. Cabrisas. 13 años después tiene que montar sobre Rocinante y lanzarse con la adarga al brazo y el bacín de barbero en la cabeza. Ha sido convocado por su alteza, el Heredero al trono, para “arreglar” las relaciones entre los camaradas chinos y rusos, con la misma urgencia que cae el petrodólar del eximio Señor Teniente Coronel Presidente, Líder Máximo de la Revolución Bolivariana, Comandante de la Revolución Latinoamericana y creador del socialismo del siglo XXI, Hugo Rafael Chávez Frías (¿me alcanzan un vaso de agua, por favor?).

Esperemos que esta vez se logre retirar Cabrisas Ruiz. Anda cerca de los 76 años y no creo, con todo respeto, que le queden muchos trucos en el Baúl para Raúl. Ojala que el General haya encontrada en Rodrigo Malmierca el alter ego necesario para tan ilustre contraparte y eterno solucionador de problemas.

Tal vez Cabrisas, antes de jubilarse, logre demostrar al General-Presidente que Abraham Masiques es para el comercio exterior lo mismo que un vendedor de helados en el Polo Norte.
palest44@yahoo.com

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