jueves, 4 de junio de 2009

ESTAFA, Frank Correa



Jaimanitas, La Habana, Junio del 2009 (SDP). La red comercial recaudadora de divisas en Cuba es el caldo de cultivo donde se curten todos los males.

Su falla de origen es la moneda convertible exigida para la compra de los productos que comercializa, dirigida a un público que en su inmensa mayoría no tiene acceso a ese tipo de moneda, obligado a inventar o a delinquir para conseguirla.

Pero luego del invento, o el delito, el usuario, ya con la moneda espuria en la mano, se convierte en víctima del sometimiento, cuando lo que se compra muchas veces no cumple con los requisitos mínimos para el uso. Es así como se encuentran una gama de surtidos defectuosos, artículos envejecidos, telas podridas que ceden a la rotura, zapatos que se despegan en una simple caminata, balsas de playa ponchadas en la primera infladura, lapiceros sin tinta, discos de música vejados por el moho y la humedad …, en fin, una lista que volvería interminable este escrito.

A excepción de los artículos electrodomésticos, que se amparan en un contrato de garantía, ningún producto tiene reclamación.

Estas circunstancias comerciales albergan múltiples actitudes delictivas, contrabando, gato por libre, alteración de precios y otros ardides que se pueden encontrar tras los mostradores de las tiendas recaudadoras de divisas. Algunos productos de donación al pueblo de Cuba, enviados desde el exterior por manos piadosas, van a para allí y se comercializan como si hubiesen sido comprados a empresas extranjeras.

Los gerentes de esas tiendas son personas esquivas. Prometen revisar el problema, tomar medidas, pero es asunto delicado depurar responsabilidades en un negocio donde hay dinero duro, cuando el mal está precisamente organizado por los que dirigen.

Muchas respuestas de los dependientes ante las reclamaciones por productos deficientes son verdaderas faltas de respeto a la inteligencia y la cordura. Otras veces son ofensas al derecho civil, puñetazos a la necesidad colectiva y a la dignidad humana.

Hace poco compré un paquete de pañales desechables marcas Babylook, de producción argentina, elaborado y distribuidos por LENTERDIT SA, Matheu 2254, San Justo, Buenos Aires, Argentina, que mientras se los ponía a mi pequeña se iban deshaciendo en trizas. Regresé a la tienda donde los adquirí. Busqué a la dependienta para mostrarle lo que me había vendido. La muchacha se molestó tanto por la reclamación, que me acusó de intentar poner en dudas la seriedad de su trabajo. Con un lenguaje chabacano, haciendo gestos ridículos y encimada sobre el mostrador, dejó claro que me habían timado:

--Vamos, puro, ni yo tengo fábrica de pañales, ni el horno está para pastelitos.
beilycorrea@yahoo.es

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