jueves, 4 de junio de 2009

EL GENERAL, Ramón Díaz-Marzo


Habana Vieja, La Habana, 4 de junio de 2009, (SDP) El "General" es un negro de ojos saltones, seis pies de estatura y barba filosófica. Apareció por las callejuelas de la vieja ciudad en el momento de peor crisis del Período Especial.

Cuando el "General" llegó, su indumentaria de guerrero asustó a las gentes. Las madres apretaron en sus pechos a los niños. Después han pasado los años, y si no fuera por el olor del "General", las madres le permitirían a sus críos que fueran a saludarlo y hasta le dieran un beso en la mejilla.

Pero el "General" está loco, eso no puede olvidarse. Lo demostró desde el principio, cuando su dignidad de militar no le permitía aceptar el dinero que el turismo le obsequiaba después que terminaba de bailar un guaguancó o una rumba en el "Parque de Armas". Pero desde que la Prensa Independiente Cubana lo reconoció como personaje de La Habana Vieja, el "General" acepta dinero extranjero sin riesgo de perder su status de loco.

Esta tarde he visto al "General" con su paso tambaleante de alcohólico feliz entre la multitud que pulula la calle del Obispo. Ya no porta su fusil de madera ni su espada de juguete. Sus armas ahora son un arco sin flechas terciado a la espalda y un hacha de plástico. La barba continúa intacta. Una cinta de tela color plata le ciñe la frente. Ya no tiene la peste de aquella camisa verde olivo endurecida por el churre. Ha modernizado su ropaje. Usa un pantalón mal cortado por encima de las rodillas, pero de tela suave para que sus delgadas y largas pantorrillas no sufran calor. Sobre su tórax lleva puesto un pulóver lleno de agujeros. En los hombros soporta el peso de sus charreteras de cartón donde las estrellas de "General" dibujadas con un lápiz de colegial, cada vez son más grandes.

Cuando el "General" se pone a bailar delante de los extranjeros, las gotas de sudor resplandecen en su frente y se transforman en las estrellas que le otorgan tanto poder.

Dije que hoy he visto al "General" con su paso vacilante pero firme detenerse en todas las calles que atraviesan la arteria fundamental del viejo cascarón histórico. Hay en su mirada la dureza que sostiene su mando y la responsabilidad que lo justifica. Las Tropas Especiales del MININT, que custodian las calles para garantizar la seguridad pública, le miran con respeto. Cuando el "General" se les encima sin proferir palabra, siempre uno de los policías, haciéndole el juego, le dice: “¡Todo en orden, mi "General, aquí no sucede nada!" Y el "General" continúa su recorrido feliz como un gigante de la infancia que ha cortado, definitivamente, cualquier contacto con la realidad.
ramon597@correodecuba.cu

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