jueves, 23 de abril de 2009

EL BUCHINCHE, Frank Correa



Jaimanitas, La Habana, abril 23 de 2009 (SDP) El socialismo dejará una huella imborrable en la arquitectura cubana, específicamente en las viviendas con pocos recursos que improvisaron sus protagonistas para resolver el problema de esa primera institución social que es la familia.

Cuando en 1959 comenzó el éxodo hacia Estados Unidos, las residencias abandonadas fueron convertidas en albergues y escuelas. Allí se prepararon los contingentes de provincianos que echaron a andar la maquinaria socialista en todo el país como obreros calificados, técnicos medios, maestros, soldados. Fue el primer desborde poblacional que irrumpió en los predios capitalinos, embrión de lo que constituye hoy este fenómeno de hacinamiento, construir y aprovechar al máximo un espacio mínimo.

Se puede dividir en tres etapas el crecimiento poblacional en estos 50 años de socialismo. La primera va del 1959 hasta mediados de los años setenta, donde se construyó poco pero se desglosó mucho. Los certificados de propiedad que otorgó la Ley de Vivienda instituida en 1976 permitieron que muchos propietarios dispusieran de sus inmuebles, repartiendo y fragmentando espacios para independizar a la parentela. Fueron tres quinquenios grises en todos los sentidos de la vida nacional. El color faltó y la voluntad constructiva nada tuvo que ver con la estética y el toque artístico. El yugo imperaba hasta en la manera de poner los ladrillos. La gente vivía uncida, se olvidó del mantenimiento, de pintar y cambiar lo inservible.

Los años ochenta trajeron el frescor del CAME (Consejo de Ayuda Mutua Económica), una etapa de auge comercial. La antigua Unión Soviética fue la Pacha mama. La población edificó con más facilidad. Los materiales de construcción aparecían, a precios asequibles, aunque su distribución era dosificada por el Delegado del Poder Popular, que por aquellos días gozaba de cierta confianza al resolverle problemas a la gente. El salto cuantitativo fue perceptible. Viviendas de mampostería con techos de hormigón, puertas y ventanas de madera, sin espacio a los lados casi nunca porque los vecinos también crecían. El color blanco predominó en los interiores; en las fachadas, los colores desabridos de la marmolina retocaban el conjunto.

Por último llegó el periodo especial y los materiales de construcción se esfumaron, solamente se conseguían en el mercado subterráneo a precios muy altos. También llegaron en masa los emigrantes orientales, con ese espíritu de lucha y de asentamiento que nada puede detener. Aparecieron los barrios llamados popularmente “Llega y pon”, en las periferias. Los inspectores de la Vivienda, como sabuesos tras las ilegalidades, ordenaban con prisa su demolición. Venían los buldózer y arrasaban las endebles estructuras. Al otro día los inculpados erigían los bajareques en otra parte, o allí mismo, sobre las marcas aún frescas de las esteras. Las autoridades, después de continuadas multas, dejaban a los ilegales por incorregibles.

En las ciudades se construyó firmemente hacia arriba, pues estaban agotados casi todos los espacios en la superficie. Así apareció un nuevo estilo constructivo, más urgente, menos creativo. La irregularidad de conseguir cemento, piedra, arena, cabillas, no dejaba tiempo a seguir un orden definido. El permiso constructivo que otorga la Dirección de la Vivienda es tan engorroso como imposible. El temor a ser multado o demolido siempre pende sobre las cabezas como un martillo, lacera el sosiego, mutila la libertad creativa, se construye sin planos, casi a escondidas, constantemente cambiando de albañiles. Prácticamente no le dan el terminado que exigen las obras constructivas. En casi todos los lugares donde hay una vivienda con techo de hormigón, se levanta otra encima. El desglose continúa.

Quince años después de la instauración del periodo especial, “El Buchinche” ha llegado al tercer piso. Son construcciones de vida o muerte, con materiales diversos, muchas veces de una fragilidad que espanta a tal altura, intuye la psicología de individuos necesitados con urgencia de un mínimo de intimidad y acople. Engañoso efecto, la posesión de la propiedad individual como garantía de vida.
beilycorrea@yahoo.es

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