jueves, 16 de abril de 2009

UN DILEMA DOMÉSTICO, Félix Reyes Gutiérrez


Ranchuelo, Villa Clara, 16 de abril de 2009, (CP-SDP) El mobiliario destinado para echarse a dormir en el interior de una habitación y el resto de los útiles destinados para ello son tan importantes en una casa como la nevera, un fogón, una lavadora o un televisor. Paradójicamente muchos cubanos tienen dificultades con sus camas y a numerosos les falta.

Son los residentes en la capital del país y cabeceras provinciales los que mayores problemas presentan a la hora de descansar, motivado por la densidad de población. Los domiciliados en poblados y zona rurales no escapan de la situación debido a los elevados precios de adquisición de los muebles tanto en el mercado nacional, en divisas o en la bolsa negra.

Los comercios nacionales expenden los box spring y camas personales a un precio de entre 1000 y 1500 pesos nacionales. Elaborados los primeros con escaso relleno y muelles de poca flexibilidad, se acorta su período de durabilidad. Los segundos, estructurados con cabillas de hierro, se convierten en mercancías de una irrisoria demanda.

Pernoctar en una cama dolarizada es sólo realidad de los hijos de la nomenclatura, aquellos que reciben remesas, personal de la salud, deportistas y colaboradores en el exterior. El monto de 100 pesos convertibles (CUC) significa un sueño para los millones de obreros estatales que perciben un salario promedio mensual de 420 pesos equivalente a 16.8 CUC.

Otro problema para la población de la isla lo constituyen los colchones. Un objeto tan útil como este se oferta en el mercado nacional a 600 pesos el personal y 1000 el matrimonial. Los particulares, entre 1200 y 1700 pesos respectivamente. Rellenos con esponja a 200 CUC en los comercios en divisa convertible.

En disímiles ocasiones, las colchonetas procedentes del estado, que se ofrecen en moneda nacional, y una minoría proveniente de productores privados, son rellenadas con desechos textiles en forma de tiras, aserrín y hasta hierba seca. De ahí también su rechazo por parte de los consumidores.

Esos son los motivos por los que un alto por ciento de la ciudadanía aún duerme en colchones que consiguieron antes de la llegada de los barbudos al poder en 1959. Con el forro roto, mugrientos, un número considerable de muelles fracturados y mermados de guata.

Sólo una ínfima parte del pueblo conoce a través de filmes extranjeros la existencia de colchones cuyo interior contiene agua.

Igualmente mala es la situación que presentan objetos indispensables como colchas, sábanas y toallas. Sobre todo los cubrecamas por el recrudecimiento del invierno en la isla producto de los cambios climáticos.

Una colcha tiene un coste de 20 pesos en el mercado nacional y 14 dólares en las tiendas de las Cadenas TRD Caribe, Cubalse, Caracol, Panamericana y Habaguanex. Estas últimas regentadas por Eusebio Leal, historiador de La Habana. Las sábanas y tollas se ofrecen a un valor de 150 y 70 pesos MN. De igual modo 5.00 y 3.00 CUC.


Para los cubanos, es embarazoso echarse plácidamente a dormir. La carestía de los objetos antes mencionados y su deficiente calidad originan que cientos de ellos duerman a razón de tres y cuatro en una única cama. Incluso en camastros infectados de comején, apoyados sobre ladrillos o bloques de hormigón por la ruptura de sus patas.

Otros hace años que descansan sobre el suelo de sus domicilios. Utilizan sabanas y toallas por un largo período de tiempo las cuales incrementan las enfermedades dérmicas y respiratorias. Del mismo modo pasan frío porque no poseen colchas para taparse. Es un dilema doméstico.
feregut@yahoo.es

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