jueves, 23 de abril de 2009

NO VALEN GUAYABAS VERDES, Oscar Mario González



Playa, La Habana, abril 23 de 2009 (SDP) El pasado 14 de marzo, el periódico Granma saludó el primer aniversario de la sección “Cartas a la Dirección”, un espacio dedicado a recoger las opiniones de los lectores acerca de los problemas y dificultades que gravitan sobre la sociedad cubana.

El ejercicio de la opinión pública, que en un país donde exista libertad de prensa es un hecho cotidiano, en Cuba adquiere una connotación extraordinaria.

Según el referido periódico, las cartas y mensajes de los lectores, recepcionados durante este primer año, superó en más de diez veces a los recibidos en igual periodo del año precedente. Es decir, en la etapa comprendida desde marzo de 2007 hasta marzo de 2008, cuando aún no existía la sección, se recibieron 468 cartas mientras que en el período 2008-2009, por las vías postal y electrónica, la correspondencia recibida ascendió a 6364. O sea 13,6 veces más.

La idea de reflejar las deficiencias de la sociedad cubana a través de la prensa para obligar a las entidades estatales intermedias implicadas a dar respuesta por las irregularidades señaladas, no es novedosa. En diferentes etapas se puso en práctica pero no duró mucho tiempo.

Todo parece indicar que cuando se empiezan a sacar los trapos sucios, el asunto se complica sobremanera al poner en tela de juicio a entidades e intereses del tejido totalitario que no conviene por nada del mundo cuestionar. Comienzan a salir a la palestra esas lacras inherentes al ejercicio totalitario del poder que por su putridez, han de estar ocultas como “secreto de estado” del más alto calibre.

Justo es decir que en este último año, las páginas del rotativo Granma pusieron de manifiesto no pocas de las desgracias con las que debe lidiar nuestro pueblo en el quehacer diario. Pero tal ejercicio de la crítica tuvo dos grandes limitaciones.

En primer lugar siempre las culpas de los fracasos, frustraciones, abusos, humillaciones y otros por el estilo, se le cargan al individuo simple o a algún que otro funcionario intermedio: al bodeguero, al carnicero, al taxista, a la peluquera, etcétera. Los pejes gordos y entreverados, desde importantes directores de empresas hasta la cúspide, pasando por los ministros, quedan exentos del aluvión de críticas gracias a un paraguas protector, tan viejo como el propio sistema, que impide cualquier mojadura por leve que pueda ser.

En segundo lugar el modelo económico, social y político, queda libre de cualquier señalamiento y si en algún instante se menciona es para glorificarlo y ponerlo como ejemplo a imitar por el resto del mundo.

Por eso, el ejercicio de la crítica que hacen los medios de difusión del régimen son tan estériles como esos maullidos que sobre el tejado lanzan los gatos a la bola más brillante del cielo en noches de plenilunio. Los temas que rozan con la esencia del poder político son terrenos prohibidos y aunque tal prohibición no figure en ningún documento escrito, todos la intuyen, todos se autocensuran.

Son precisamente dos grandes medidas las que demanda el actual estado de cosas: una fuerte sacudida del árbol desde el propio tronco para que caigan los frutos podridos pegados a la enramada y, un cambio de la estructura socio-económica vigente de ese modelo tan singular cuya especificidad viene dada por una mezcla de los peores rasgos del fracasado estilo estalinista y la herencia funesta del caudillismo regional.

Ellas son las causas reales del problema y mientras perduren serán baldíos los esfuerzos e inútiles las gestiones. Se cumplirá ese dicho guajiro tan simple como sabio: “Cuando el mal es de ir al baño, no valen guayabas verdes”.
osmariogon@yahoo.com

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