jueves, 23 de abril de 2009

REFUNDACIÓN ETICA, Leonardo Calvo Cárdenas



Boyeros, La Habana, 23 de abril de 2009, (SDP) Se ha extendido entre los cubanos el criterio de que la política es una práctica denigrante y negativa para las relaciones humanas. El natural rechazo a ciertas lacras y vicios impide ver, con frecuencia, que lo negativo es percibir la política con criterio de lucro y utilidad personal, que conlleva a la corrupción de los comportamientos y a la traición de los compromisos.

Para que la política vuelva a ser –o sea por fin–, entre nosotros, el honesto ocuparse de los asuntos de los demás, su ejercicio debe comenzar por la ética; y después más ética. La principal divisa y fundamento del político moderno debe ser la fidelidad indeclinable a los valores universalmente reconocidos, en especial el criterio del ejercicio político como servicio y defender por sobre todas las cosas la dignidad del individuo
La experiencia histórica contemporánea parece haber demostrado que el comunista es el partido más asfixiante que ha existido porque cuando está abajo no deja respirar a los que están arriba y cuando está arriba no deja respirar a los que están abajo. Sin embargo, muchas veces, los políticos alternativos cubanos han asumido tácitamente que la sinrazón e inviabilidad de su adversario en el poder implica la automática validación de su ser y actuar cívico-contestatario.
Esta extendida creencia, tan alejada de la reflexión como de la realidad, ha llevado muchas veces a los opositores pacíficos y civilistas al abismo interminable de lo ineficaz e impugnable. El hecho de que el discurso y la acción del adversario sean totalmente fallidos o indignos –si esto es posible– no quiere decir que las nuestras sean necesariamente válidas y positivas.
Para titular estas reflexiones, he tomado prestado el nombre de un partido europeo, porque es necesario refundar la política en nuestro país, pero desde la ética. Si reverdecen los males históricos y tradicionales de la política cubana; si sobre los valores y principios prevalece el personalismo, la intolerancia, la violencia del lenguaje y el clientelismo, bien difícil nos será salvar al individuo como dimensión trascendental y hacer renacer a la nación como espacio y valor sublime.
Con visión de honestidad, humanismo y solidaridad debemos enfrentar la política y nunca como parcela privada o medio de satisfacer intereses o ambiciones personales. Quien se impone por propia convicción la responsabilidad política pública, sólo podrá trascender y aportar cuando su discurso, acción y comportamiento puedan ser filosóficamente cuestionables, pero moral y éticamente intachables.
Es pertinente no trocar al adversario en enemigo y al aliado en cliente político. El más raigal valor humano –criterio más trascendente que el circunstancial valor personal– y la valentía política deben impulsar el reconocimiento de los errores y adolescencias propios y la grandeza y aciertos del otro.
La política es el medio para implantar la más equilibrada convivencia y los más positivos valores socio-culturales, y cuando un individuo la asume como vía de afianzar intereses particulares, la mejor contribución que hace a sus semejantes es alejarse de la vida pública. Sin convertir la ética en reflexión permanente y ejercicio cotidiano poco podrá lograrse, aunque el adversario sea el más atacable y nuestra lucha la más legítima.

La política, además de una condición consustancial –por necesaria– a la convivencia humana, debe ser la práctica noble y desinteresada de hombres y mujeres de vida acrisolada y alma limpia. La ejemplar ejecutoria de líderes como José Martí, Juan Gualberto Gómez, Oscar Arias, Pierre Trudeau, Olof Palme, Nelson Mandela, Jacques Delors, entre otros, son ejemplos que, aunque no sobren, sí valen para justificar la necesidad de convertir, entre nosotros, la política en un ejercicio noble de honestidad consecuente, porque esa es sin dudas la clave del éxito limpio y la trascendencia en esta compleja rama del quehacer humano.
elical2004@yahoo.es

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