Jaimanitas, La Habana, 16 de Abril del 2009 (SDP) Cuando un forastero pregunta en Jaimanitas por la calle 236, difícilmente alguien sepa contestar, pero si tiene suerte, puede que algún vecino le explique: “Ah, sí, esa es la calle del charco, queda allí al costado del Marcelo, por donde vive La santera”.
Ella dijo un día que el charco favorecía sus prácticas de la ancestral religión africana: “A mí no me preocupa que esté ahí. De alguna manera me ha protegido porque hace la calle menos transitable y la gente pierde el miedo a que los vean entrar en mi casa.” Y luego susurró: “Aquí vienen hasta los pinchos del gobierno a cada rato para que yo les haga trabajos”.
Sin embargo, los demás vecinos no comparten esa opinión. Una y otra vez, en incontables ocasiones, han pedido al gobierno que se ocupe del arreglo de este gran bache callejero. Ni se sabe ya en cuántas reuniones se han planteado las quejas. Pero el señor charco, − con magia negra o sin ella − sigue ahí imperioso, saturado de aguas albañales, marinas y pluviales que aceleran su crecimiento y con ello el deterioro de la calle.
A las brigadas que mandan del Policlínico para combatir el mosquito Aedes Aegyptis transmisor de la enfermedad del dengue, les preocupan los vasos espirituales de esta sacerdotisa de las deidades africanas, pero no el charco que preside la entrada a su casa.
En los días de lluvia, las inundaciones son tan grandes que se llena la cuadra de agua de esquina a esquina. Para pasar hay que mojarse hasta las rodillas obligatoriamente, por lo que resulta un problema entrar o salir de las casas.
Mayosa, una de las residentes más antiguas en el Reparto asegura: “Lucilo de la Peña, antiguo dueño del Balneario de Marianao, hoy convertido en Círculo Social Obrero Marcelo Salado, cerrado al público por pertenecer al Ministerio de la Industria Ligera, se ocupaba de arreglar las calles a su alrededor cada vez que se rompían. Luego al ser confiscada la instalación por el estado, se desentendieron del asunto y no les preocupa ese problema a pesar de los reclamos de la vecindad”.
La calle del charco la han arreglado en tres oportunidades. La primera vez fue en el año 1978, para el XI Festival Mundial de la Juventud y los Estudiantes, la segunda en 1982 y la tercera en 1991; pero siempre se vuelve a romper porque no realizan el trabajo que lleva. Pero han sido reparaciones superficiales, en ninguna de las tres ocasiones se ha llevado a cabo una obra de calidad.
En 1991 los dirigentes del “Poder Popular” al parecer, consiguieron un presupuesto significativo para acometer el proyecto que se precisa. Se instaló una nueva tubería de desagüe de albañales y pluviales de más de 200 metros con salida al mar, pero en esa sola parte de la obra se consumieron todos los recursos. De modo que no alcanzó para solucionar lo que se suponía que estuvieran arreglando. Por increíble que parezca, no les alcanzó siquiera para los 6 metros de alcantarillado del lugar. Hicieron entonces un badém para que el agua circulara por la superficie, y el resto de la calle quedó tal y como estaba.
Si no se tratara de algo tan nocivo, lo anterior pudiera considerarse un chiste. Pero los niños del barrio, lejos de comprender el peligro que representa para su salud, prefieren creer que se trata de una laguna hechizada por la magia donde pueden encontrar graciosos pececitos que al paso del tiempo se convierten en ranitas.
¿Acaso el embrujo de la vecina santera mantiene al charco con vida? No. Ya hace un tiempo ella varió de opinión. Con la llegada del periodo especial, su religión cobró notoriedad y ahora no es perseguida como antes. Al final ha comprendido que no son los encantos, ni la superstición lo que resuelve el problema que aqueja al cubano de hoy, sino la necesidad de unidad y mucha, mucha energía, para luchar por nuestros derechos y la solución de los males que nos aquejan.
primaveradigital@gmail.com
Ella dijo un día que el charco favorecía sus prácticas de la ancestral religión africana: “A mí no me preocupa que esté ahí. De alguna manera me ha protegido porque hace la calle menos transitable y la gente pierde el miedo a que los vean entrar en mi casa.” Y luego susurró: “Aquí vienen hasta los pinchos del gobierno a cada rato para que yo les haga trabajos”.
Sin embargo, los demás vecinos no comparten esa opinión. Una y otra vez, en incontables ocasiones, han pedido al gobierno que se ocupe del arreglo de este gran bache callejero. Ni se sabe ya en cuántas reuniones se han planteado las quejas. Pero el señor charco, − con magia negra o sin ella − sigue ahí imperioso, saturado de aguas albañales, marinas y pluviales que aceleran su crecimiento y con ello el deterioro de la calle.
A las brigadas que mandan del Policlínico para combatir el mosquito Aedes Aegyptis transmisor de la enfermedad del dengue, les preocupan los vasos espirituales de esta sacerdotisa de las deidades africanas, pero no el charco que preside la entrada a su casa.
En los días de lluvia, las inundaciones son tan grandes que se llena la cuadra de agua de esquina a esquina. Para pasar hay que mojarse hasta las rodillas obligatoriamente, por lo que resulta un problema entrar o salir de las casas.
Mayosa, una de las residentes más antiguas en el Reparto asegura: “Lucilo de la Peña, antiguo dueño del Balneario de Marianao, hoy convertido en Círculo Social Obrero Marcelo Salado, cerrado al público por pertenecer al Ministerio de la Industria Ligera, se ocupaba de arreglar las calles a su alrededor cada vez que se rompían. Luego al ser confiscada la instalación por el estado, se desentendieron del asunto y no les preocupa ese problema a pesar de los reclamos de la vecindad”.
La calle del charco la han arreglado en tres oportunidades. La primera vez fue en el año 1978, para el XI Festival Mundial de la Juventud y los Estudiantes, la segunda en 1982 y la tercera en 1991; pero siempre se vuelve a romper porque no realizan el trabajo que lleva. Pero han sido reparaciones superficiales, en ninguna de las tres ocasiones se ha llevado a cabo una obra de calidad.
En 1991 los dirigentes del “Poder Popular” al parecer, consiguieron un presupuesto significativo para acometer el proyecto que se precisa. Se instaló una nueva tubería de desagüe de albañales y pluviales de más de 200 metros con salida al mar, pero en esa sola parte de la obra se consumieron todos los recursos. De modo que no alcanzó para solucionar lo que se suponía que estuvieran arreglando. Por increíble que parezca, no les alcanzó siquiera para los 6 metros de alcantarillado del lugar. Hicieron entonces un badém para que el agua circulara por la superficie, y el resto de la calle quedó tal y como estaba.
Si no se tratara de algo tan nocivo, lo anterior pudiera considerarse un chiste. Pero los niños del barrio, lejos de comprender el peligro que representa para su salud, prefieren creer que se trata de una laguna hechizada por la magia donde pueden encontrar graciosos pececitos que al paso del tiempo se convierten en ranitas.
¿Acaso el embrujo de la vecina santera mantiene al charco con vida? No. Ya hace un tiempo ella varió de opinión. Con la llegada del periodo especial, su religión cobró notoriedad y ahora no es perseguida como antes. Al final ha comprendido que no son los encantos, ni la superstición lo que resuelve el problema que aqueja al cubano de hoy, sino la necesidad de unidad y mucha, mucha energía, para luchar por nuestros derechos y la solución de los males que nos aquejan.
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