jueves, 9 de abril de 2009

LOS ENVASES, Oscar Mario González


Playa, La Habana, abril 9 de 2009 (SDP) Contrario a lo que pudo haberse esperado, con la aparición de tiendas en moneda libremente convertible, la problemática de los envases se ha recrudecido y generalizado.

La manifestación más clara del asunto se presenta con los productos contemplados en la libreta de racionamiento: si usted no lleva el envase, no puede adquirir la cuota mensual. El bodeguero, el carnicero y el dependiente del agro mercado estatal se desentienden totalmente del problema, estableciéndose un total divorcio entre la venta del artículo y el contenedor del mismo. Lo del comerciante es despachar; lo del cliente, traer en que llevarse los mandados. Y punto.

El estado, pese a ser el causante principal, se desentiende del asunto, se lava las manos como Poncio Pilatos y le dice a la población a través del dependiente: “arréglatela como puedas”.

La población, por supuesto, se las agencia para cuidar con esmero las jabas o bolsos de nylon de modo que puedan usarse varias veces. Cuando se ensucian demasiado, se lavan y ponen a secar en la tendedera junto a la ropa. Todas las caseras han de guardar un mínimo de jabas como requisito imprescindible a la subsistencia, agregándose así una preocupación más al rosario interminable de preocupaciones familiares.

Pero aquí no para el asunto. La bola, como reza en el argot beisbolero, “pica y se extiende”.

En las tiendas que venden en chavitos (moneda libremente convertible), frecuentemente entregan el producto en la mano. Alegan que no tienen envases porque la empresa no los ha suministrado y que ellos, lo dependientes, no tienen culpa de nada ni conocen las razones del desabastecimiento.

A tenor del asunto llueven las quejas de la ciudadanía algunas de las cuales, a veces dramáticas, son recogidas por los medios de divulgación del régimen.

Así pues, una señora que fue a comprar una lámpara de techo, cuyo precio era de 30 pesos convertibles, se encontró con que no había en que envolvérsela, según le dijo, lacónicamente, la cajera-dependiente.

Peor fue lo ocurrido al hombre del televisor. En este caso se trataba de un sujeto que quiso comprar un televisor de 29 pulgadas que se hallaba en exposición. El ciudadano en cuestión tuvo que desistir de sus propósitos por la falta del envase contenedor que permitiera, con alguna seguridad, transportar el delicado artículo electrodoméstico hasta el hogar. El dependiente le explicó que la entidad desechaba las cajas de los productos en exhibición por insuficiente capacidad de almacenamiento.

Las dificultades con los envases parece ser un mal endémico del totalitarismo. Recuerdo que en la antigua Unión Soviética, meca del comunismo mundial, a más de cincuenta años de poder absoluto, los dependientes en las tiendas de víveres envolvían con el único recurso consistente en un cucurucho improvisado de hoja de papel cartucho. El ruso de entonces, como el cubano de hoy, siempre andaba con la jabita a cuestas.

Sin embargo, en los últimos cincuenta años, en lo concerniente a las técnicas, materiales y procedimientos para el envase y embalaje, como en otros tantos campos del quehacer humano, se ha progresado de manera increíble.

Cincuenta años atrás Cuba marchaba a la vanguardia del mundo en lo concerniente a la utilización de envases y embalajes. Pero cada día son menos los que se acuerdan de ello pues fue antes de que llegara la revolución; antes de que bajaran los rebeldes de la Sierra, cuando aún no había llegado el Comandante que mandó a parar.
osmagon@yahoo.com

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