jueves, 16 de abril de 2009

SI OBAMA LES TOMA LA PALABRA, Luis Cino


Arroyo Naranjo, La Habana, abril 16 de 2009 (SDP) Resulta difícil opinar sobre si traerá beneficios a la causa pro democracia la carta de las tres más importantes concertaciones opositoras cubanas al presidente norteamericano Barak Obama.

Los líderes de Agenda para la Transición, Todos Unidos y Unidad Liberal plantean en la misiva que si el gobierno norteamericano no puede garantizar “que la ayuda para la promoción de la democracia en Cuba llegue realmente al principal escenario, es decir, al interior del país, entonces será mejor retirar esos fondos”.

Según la carta, el gobierno norteamericano ha sido incapaz de impedir que la mayor parte de esa ayuda se haya “gastado o malgastado de manera caprichosa e irresponsable”.

La postura de este mayoritario sector de la disidencia que habla en nombre de la oposición cubana como si fuera un todo homogéneo, es un paso riesgoso. Probablemente no todos los opositores estarán de acuerdo con una postura tan radical. Eso originará nuevas divisiones que atizará la policía política.

Condicionar la ayuda del gobierno estadounidense a que esta sea realmente efectiva puede ganar mayor credibilidad internacional a la oposición y quitar argumentos a la dictadura. ¿Estará la Unión Europea, tan proclive últimamente al compromiso constructivo con el gobierno cubano, dispuesta a asumir la ayuda a los disidentes?

El emplazamiento al gobierno de Estados Unidos respecto a la ayuda equivale prácticamente a renunciar a ella. La carta se escribió en vísperas de la Quinta Cumbre de las Américas e inmediatamente después de la obsequiosa visita de los siete congresistas demócratas del Caucus Negro que parecieron emular con Lucius Walker y sus Pastores por la Paz. El presidente Obama pudiera estar tentado a tomar la palabra a los opositores. Retirar la ayuda y desentenderse de la oposición pudiera ser el próximo paso en su nueva política cubana.

De cualquier modo, renunciar a una ayuda que no llega a Cuba no es de ningún modo una actitud suicida, sino todo lo contrario.

En su momento, las medidas que propuso al entonces presidente George W. Bush la Comisión para una Cuba Libre, resultaron impracticables e inefectivas. La misma creación de la Comisión fue contraproducente. La política cubana de Bush sólo consiguió complacer al lobby cubano-americano, ganar votantes entre el electorado de la Florida más a la derecha y dar coartadas adicionales al régimen de La Habana para apretar el dogal represivo.

Durante 50 años, “el bloqueo yanqui” ha sido la justificación del gobierno cubano, no sólo para el fracaso de su gestión de gobierno, sino también para sus excesos represivos.
Más que asustarlo y hacerlo rabiar, las medidas de Bush convinieron al régimen. Reforzaron sus argumentos para calificar de “mercenarios al servicio del imperialismo yanqui” a todo aquel que se le opusiera.


La declarada intención del gobierno norteamericano de asignar partidas millonarias para ayudar a traer la democracia a Cuba ocasionó más daños que beneficios. La cuestión de los fondos para la oposición es explotada hasta la saciedad por el régimen. Sirvió de justificación a sus campañas de calumnias y a sus paroxismos represivos. Creó polémicas entre los opositores. Permitió a cierto sector del exilio trasmitir a la disidencia interna sus rencillas y condicionar la ayuda a sus intereses.

La ayuda económica no debiera ser el meollo del asunto. Primero que todo porque realmente no lo es. Con fondos o sin ellos, la oposición civilista ha probado, con todas sus limitaciones, que no desaparecerá. Tampoco el régimen, con ayuda norteamericana o sin ella, descolgará a los disidentes, a los que no ha podido eliminar, el sambenito de “mercenarios”.

Tanto el régimen cubano como la oposición interna saben que la mayor parte de ese dinero, si no hay una adecuada supervisión, no llega ni llegará a Cuba. Se despilfarrará en proyectos inviables. Se quedará enredado en los vericuetos legales del embargo. Los disidentes continuaremos rehenes de Fidel y Raúl Castro y la TV Martí seguirá invisible en Cuba, tal y como hasta ahora. La diferencia fue ponerlo en blanco y negro en una carta a Obama, justamente ahora.
luicino2004@yahoo.com

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