Centro Habana, La Habana, 16 de abril de 2009, (SDP) Los integrantes de la Asociación Hermanos Saiz (AHS) de Escritores y Artistas Jóvenes comienzan a balancearse. O lo que es igual, a darse sillón, moverse en círculo y descubrir por donde le entra el agua al coco de su pobre inclusión en los espacios culturales.
Como tantas veces a lo largo de dos décadas de fundada, y luego de profundas intervenciones, serios debates y esclarecedores aportes investigativos, llegarán a la revolucionaria conclusión: no somos nada, pero estamos ahí, metiendo ruido.
Además, ensordecidos aún por el clamor de su insuficiente papel en las comunidades, donde ni siquiera los niños soportan un títere con cabeza pues están dominados por el DVD, el play station, los juegos violentos de las computadoras, la fiebre del reguetón y otras diabluras pseudo culturales, se aplaudirán hasta el delirio porque inestabilidad no significa estancamiento.
Ya lo demostraron los jóvenes escritores y artistas de la capital en su asamblea de balance, quienes pese al negativo estado constructivo de su sede provincial en La Madriguera, el desdibujamiento del Festival Internacional de Rap Habana Hip Hop, la imposibilidad de acceder a las casas disqueras, las galerías de arte, la radio y la televisión, están listos para iniciar un nuevo ciclo desde el gritódromo antiimperialista o el banco de un parque.
Y es que así marcha el optimismo de la juventud. No importa que hayan pasado veinte años de promesas como ahora sí, mañana no, luego, después, y no molesten tanto que hay otras prioridades que resolver.
La consigna es reunirse, gastar presupuestos en asambleas y congresos, que los instrumentos llegarán algún día, los espacios se abrirán como las grandes alamedas, y los timbales, las trompetas, los performances y los libros de la nueva generación de creadores arderán como soles en los ojos legañosos de un guardián de vaquería, un chapeador de marabú y un habitante profundo de un solar habanero.
El talento se impone hasta dentro de una asociación “apadrinada” por la juventud comunista, y de seguro, como en un lanzamiento de un millón de espermatozoides rockeros, alguno se salvará para alcanzar la fama y el aplauso de las multitudes.
El choque generacional, los quítate tú para ponerme yo, y las tantas variantes burocráticas e ideológicas de la política cultural cubana, llegará el día, cuando desaparezcan, que no constituirán un freno para el desarrollo libre de un artista.
Mientras tanto, fiesta y pachanga, congresos y asambleas, avances y retrocesos, que el pueblo duerme soñando con una malanga y no sienten los pitos de los titiriteros.
Fulgor y júbilo en La Madriguera, den rienda suelta a las fieras de la imaginación, y marquen el punto en el que veinte años después se volverán a encontrar para empezar de nuevo.
primaveradigital@gmail.com
Como tantas veces a lo largo de dos décadas de fundada, y luego de profundas intervenciones, serios debates y esclarecedores aportes investigativos, llegarán a la revolucionaria conclusión: no somos nada, pero estamos ahí, metiendo ruido.
Además, ensordecidos aún por el clamor de su insuficiente papel en las comunidades, donde ni siquiera los niños soportan un títere con cabeza pues están dominados por el DVD, el play station, los juegos violentos de las computadoras, la fiebre del reguetón y otras diabluras pseudo culturales, se aplaudirán hasta el delirio porque inestabilidad no significa estancamiento.
Ya lo demostraron los jóvenes escritores y artistas de la capital en su asamblea de balance, quienes pese al negativo estado constructivo de su sede provincial en La Madriguera, el desdibujamiento del Festival Internacional de Rap Habana Hip Hop, la imposibilidad de acceder a las casas disqueras, las galerías de arte, la radio y la televisión, están listos para iniciar un nuevo ciclo desde el gritódromo antiimperialista o el banco de un parque.
Y es que así marcha el optimismo de la juventud. No importa que hayan pasado veinte años de promesas como ahora sí, mañana no, luego, después, y no molesten tanto que hay otras prioridades que resolver.
La consigna es reunirse, gastar presupuestos en asambleas y congresos, que los instrumentos llegarán algún día, los espacios se abrirán como las grandes alamedas, y los timbales, las trompetas, los performances y los libros de la nueva generación de creadores arderán como soles en los ojos legañosos de un guardián de vaquería, un chapeador de marabú y un habitante profundo de un solar habanero.
El talento se impone hasta dentro de una asociación “apadrinada” por la juventud comunista, y de seguro, como en un lanzamiento de un millón de espermatozoides rockeros, alguno se salvará para alcanzar la fama y el aplauso de las multitudes.
El choque generacional, los quítate tú para ponerme yo, y las tantas variantes burocráticas e ideológicas de la política cultural cubana, llegará el día, cuando desaparezcan, que no constituirán un freno para el desarrollo libre de un artista.
Mientras tanto, fiesta y pachanga, congresos y asambleas, avances y retrocesos, que el pueblo duerme soñando con una malanga y no sienten los pitos de los titiriteros.
Fulgor y júbilo en La Madriguera, den rienda suelta a las fieras de la imaginación, y marquen el punto en el que veinte años después se volverán a encontrar para empezar de nuevo.
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