jueves, 9 de abril de 2009

TOTAL FALTA DE CONSIDERACIÓN, Guillermo Fariñas Hernández



Santa Clara, Villa Clara, 9 de abril de 2009, (SDP) Una noticia le aguó la fiesta y ofendió a antiguos fundadores del Departamento de la Seguridad del Estado en la ciudad de Santa Clara, en el 50 aniversario de la fundación de esa institución represiva. Muchos están sumamente irritados porque consideran un sacrilegio equiparar a un “agente seguro” con otro “agente inseguro”.

En el semanario Vanguardia, editado para la provincia de Villa Clara, en su número del 28 de marzo del 2009 se lee: “…Durante la celebración, Omar Ruiz Martín impuso el sello conmemorativo Aniversario 50 de la Batalla de Santa Clara a Enoel Salas y a Juan Francisco Fernández Gómez, ex – agentes de la Seguridad del Estado”.

En todos los manuales de esa cotidiana actividad humana que es el juego Inteligencia versus Contrainteligencia a los agentes se les divide según sus motivaciones y convicciones. En la ecléctica escuela cubana de inteligencia se les denomina Agentes Seguros y a sus reversos se les nombra Agentes Inseguros.

Un Agente Seguro es aquel que aceptó la labor de trabajar dentro de las filas del adversario por decisión propia y sin ningún chantaje o presión moral ni material para realizar su actividad. Este tipo de agente es un idealista que considera su deber personal infiltrarse en las filas enemigas.

Por el contrario, un Agente Inseguro es la persona que está de acuerdo en trabajar internamente con los antónimos de su centro de mando, pero para ello tuvo que mediar previamente la coerción ética o su compra con bienes codiciados. En estos infiltrados no priman sus convicciones ideológicas sino sus intereses personales.

Enoel fue combatiente del Ejercito Rebelde contra la dictadura del general Fulgencio Batista en las montañas del Escambray, de las cuales bajó con los grados de teniente. Refieren viejos compañeros de armas que ese campesino de la zona de Placetas era un guerrero valiente ante las balas enemigas.

Juan Francisco solo colaboró con el Movimiento 26 de Julio (M-26-7) en el área de propaganda, pues su difunto padre era propietario de una solvente imprenta. Nunca participó en acciones violentas y riesgosas, según Jesús Oquendo, un veterano de la Sección de Acción y Sabotaje del M-26-7.

Tras el triunfo de 1959, el oficial Salas colaboró con el Departamento de Investigaciones del Ejercito Rebelde (DIER), el órgano precursor de la actual contrainteligencia. Debido a esto, resultó un elemento clave en la neutralización de la históricamente conocida “Conspiración de Trinidad”.

Al tomar el poder las fuerzas rebeldes, Fernández Gómez se involucró junto a su progenitor y otros allegados en planes de derrocamiento de los hermanos Castro. Se transformó en un acérrimo anticomunista porque temía y no aceptaba la intervención gubernamental del negocio familiar.

Con el segundo año de Revolución Cubana, Enoel ayudó al fusilamiento de los comandantes William Morgan, Jesús Carreras y César Páez. Tuvo mucho que ver con la huida hacia el exilio de Eloy Gutiérrez Menoyo y Edel Montiel. En cualquier conspiración conocida contra el gobierno, ahí estaba Enoel y con él, el G-2.

Por su parte, Juan Francisco se convirtió en coordinador de las guerrillas del Escambray. Cuando se quemó, también se alzó en armas contra el totalitarismo. En estos menesteres, se involucró en la ejecución del maestro voluntario Manuel Ascunce Domenech y el campesino Pedro Lantigua.

Luís Felipe Denis Díaz, un difunto general, en una conferencia en los Camilitos de la desaparecida provincia de Las Villas expresó: “Nosotros como Seguridad del Estado contábamos con la colaboración de los maestros voluntarios en las zonas de guerra”. Así que serán los historiadores quienes dirán si Ascunce era agente o no.

Pasado un entrenamiento riguroso de inteligencia, el agente seguro y ya probado Enoel Salas partió por órdenes del mando hacia los Estados Unidos de América. Específicamente se estableció en la ciudad de Miami, en el estado de la Florida, donde los grupos anticastristas son extremadamente fuertes.

Mientras luchaba en las montañas de la región central de la isla, Juan Francisco Fernández Gómez resultó capturado y encerrado en el antiguo Sanatorio Antituberculoso de Topes de Collantes, que se había transformado en una sofisticada prisión de guerrilleros anticomunistas.

Allí en Miami, Enoel penetró con éxito las más temerarias agrupaciones que ejercían la violencia contra la dictadura castrista. Su principal éxito operativo consistió en ser uno de los fundadores de la más irreflexiva agrupación armada contra el fidelismo, Alfa-66. Su fachada de hombre duro y de toda confianza se consolidó.

La pareja conformada por el joven teniente de la Seguridad del Estado Amado Padrón y un coronel soviético nombrado Dimitri Cherganiv lograron doblegar la voluntad de Juan Francisco y este aceptó, a cambio de su vida, ser un Agente Z. Su miedo por no ser fusilado le hizo traicionar muchas cosas e ideas.

Enoel desembarcó como el jefe de la vanguardia del beligerante comandante Eloy Gutiérrez Menoyo para abrir un frente partisano en las montañas de la entonces provincia de Oriente. Pero a la vez fue el hombre de la Seguridad del Estado que le dejaba evidencias al persecutor comandante Raúl Menéndez Tomasevich.

Enviado a purgar una condena de 25 años de privación de libertad en el penal de Isla de Pinos, Juan Francisco mantenía al tanto al jefe de la seguridad del Estado en ese territorio, el capitán Arturo Lince, de todo lo que ocurría dentro del penal. Para Junior como se le conoce entre alguna gente, el chivatear era su modo indigno de sobrevivir.

Se realizaron canjes secretos entre agentes del Dr. Fidel Castro capturados en territorio norteamericano y connotados anticastristas presos en las ergástulas cubanas. Uno de los primeros intercambiados fue Enoel Salas, quien regresó a sus supuestos menesteres de derrocar al comunismo.

Pronto Yunior resultó trasladado sin explicación plausible hacía la cárcel Alambradas de Manacas, donde los presos políticos estaban bien cohesionados en sus exigencias a las autoridades. La tarea asignada era alimentar los conflictos personales entre ellos, cosa que con sus intrigas logró en alguna medida.

Cuando el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz decidió hacer público el fracaso de la “Zafra de los 10 Millones”, se le ordenó a Enoel secuestrar dos embarcaciones pesqueras cubanas. El objetivo era crear una conmoción social para poder informar el chasco económico sin mayores consecuencias.

A Juan Francisco Fernández Gómez le ordenaron dar testimonio público de ser agente del G-2 en el juicio televisivo seguido contra un terrorista salvadoreño que colocaba bombas en lugares turísticos. Este acto en 1999 confirmó las sospechas de los luchadores pacíficos del centro de la isla, posición a la que se había reciclado Junior.

Con Enoel todo resultó distinto. Le propuso al mando superior regresar a Cuba y perder la fachada profunda que logró construirse. Nadie le contradijo porque como mismo se ofreció voluntario para ser un agente, tuvo todo el derecho a jubilarse y regresar a su natal Placetas.

Comparar la labor por ideales de Enoel Salas, quien camina por la Villa de los Laureles con los grados de coronel del Ministerio del Interior en su cuello, con la faena oportunista de Juan Francisco Fernández Gómez, quien traicionó hasta los sufrimientos de su padre y se hizo un utilitario delator, es una total falta de consideración.
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