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“No, no estaremos satisfechos ni nunca lo estaremos hasta que el derecho corra como el agua y la justicia como un torrente que no se agota”.
Martin Luther King.
Santa Amalia, La Habana, 23 de abril de 2009, (SDP) El tema de la marginalidad del negro es un fenómeno que por su importancia en la Cuba actual, debiera estar entre los principales problemas a resolver en las agendas de los únicos que pueden dar al traste con esta bochornosa situación.
En contadas ocasiones se ha avizorado que sería resuelto, lo que nos ha traído vanas esperanzas, pero por diversos motivos se ha dejado a un lado. A pesar de que sociólogos reconocidos y especialistas en diversas ramas han apuntado sobre el mismo, abordándolo con plena lucidez y beneficio para todos, sus sugerencias no han sido bien recibidas.
Existen grupos que pujan, falsa o ciertamente, por la total abolición de la discriminación en la isla. Personas que no son disidentes, personalidades de la historiografía cubana con un prestigio dentro y fuera del ámbito nacional ganado a fuerza de talento y saber. Muchos de ellos son militantes comunistas, pero existen extremistas que los han juzgado de ser de extrema derecha. Claro, los que así ven y juzgan no tienen el mínimo interés en el asunto y sólo se apoltronan en sus cómodos butacones ministeriales para dictar órdenes y que sean cumplidas, minando la voluntad de hacer, para todos, una patria integradora al convivir pleno de todos los cubanos.
Y es que el racismo, también se lleva en la sangre. Aunque para algunos encandilados, tanto de adentro como de afuera, no haya, porque así quieren verlo, discriminación racial con respecto a la raza menos favorecida. Ahora hay con más pujanza que en las dos primeras décadas revolucionarias.
Ser negro en Cuba hoy es ser un marginado, cuya verdadera representatividad se encuentra al pie de los contenedores de basura y en las prisiones, por la falta de una verdadera y transparente voluntad de oportunidades, y en el hacer consciente de todos y para el bien de todos.
En 1912 ocurrió la matanza y exterminio total de los Independientes de Color, que dejó muertos en los campos orientales a más de cinco mil afrocubanos. “No merecían ser cubanos por ser negros”, según el decir de Manuel Sanguily[1], quien fuera secretario del gobierno del presidente José Miguel Gómez, y redactor del documento que dio vía libre al bárbaro acontecimiento, además de firmante entusiasta de la Enmienda Platt. Sanguily se opuso también a la demanda de los negros para erigir una estatua en honor a Plácido, fusilado en 1844, por no ser más que “un mestizo sin alma ni decoro, y un desgraciado, un abyecto delator”. También alentó la inmigración europea por miedo a la raza negra.
Desde los primeros años de la República, los afrocubanos sólo hemos visto falsos destellos de mejoramiento en nuestras vidas. Asistimos a una mezcolanza de razas que nos deja por debajo, muy por debajo, de la memoria de quienes pusieron la mayor cantidad de muertos por la patria que ayudaron a forjar. Los seguirá poniendo, si osara protestar a favor de su mejoramiento ciudadano.
Para nadie es noticia que por ser descendientes de esclavos y portadores del color prohibido, tenemos que conformarnos con lo que sobra, y casi nunca sobra nada. Todo ello frente a una Constitución que se ufana en decir que todos los hombres son iguales en derechos y ante las leyes de la República. Sólo que si este hombre es de raza negra, ya deja de ser un igual, y entonces puede aplicársele la constitución de Napoleón, y por supuesto, excluirlo de la leche y las manzanas.
makandalmm@yahoo.com
Aline Helg, Lo que nos corresponde: La lucha de los negros y mulatos por la igualdad en Cuba, Edición Imagen Contemporánea, Casa de Altos Estudios Don Fernando Ortíz, La Habana, 2000, p 63-64. Para ampliar ver Sanguily, Los negros y su emancipación, en Brega de Libertad, Ministerio de Educación, Dirección de Cultura, La Habana, 1950, p 192-196
Nota: Mackandal es miembro del Movimiento de Integración Racial Juan Gualberto Gómez.
Martin Luther King.
Santa Amalia, La Habana, 23 de abril de 2009, (SDP) El tema de la marginalidad del negro es un fenómeno que por su importancia en la Cuba actual, debiera estar entre los principales problemas a resolver en las agendas de los únicos que pueden dar al traste con esta bochornosa situación.
En contadas ocasiones se ha avizorado que sería resuelto, lo que nos ha traído vanas esperanzas, pero por diversos motivos se ha dejado a un lado. A pesar de que sociólogos reconocidos y especialistas en diversas ramas han apuntado sobre el mismo, abordándolo con plena lucidez y beneficio para todos, sus sugerencias no han sido bien recibidas.
Existen grupos que pujan, falsa o ciertamente, por la total abolición de la discriminación en la isla. Personas que no son disidentes, personalidades de la historiografía cubana con un prestigio dentro y fuera del ámbito nacional ganado a fuerza de talento y saber. Muchos de ellos son militantes comunistas, pero existen extremistas que los han juzgado de ser de extrema derecha. Claro, los que así ven y juzgan no tienen el mínimo interés en el asunto y sólo se apoltronan en sus cómodos butacones ministeriales para dictar órdenes y que sean cumplidas, minando la voluntad de hacer, para todos, una patria integradora al convivir pleno de todos los cubanos.
Y es que el racismo, también se lleva en la sangre. Aunque para algunos encandilados, tanto de adentro como de afuera, no haya, porque así quieren verlo, discriminación racial con respecto a la raza menos favorecida. Ahora hay con más pujanza que en las dos primeras décadas revolucionarias.
Ser negro en Cuba hoy es ser un marginado, cuya verdadera representatividad se encuentra al pie de los contenedores de basura y en las prisiones, por la falta de una verdadera y transparente voluntad de oportunidades, y en el hacer consciente de todos y para el bien de todos.
En 1912 ocurrió la matanza y exterminio total de los Independientes de Color, que dejó muertos en los campos orientales a más de cinco mil afrocubanos. “No merecían ser cubanos por ser negros”, según el decir de Manuel Sanguily[1], quien fuera secretario del gobierno del presidente José Miguel Gómez, y redactor del documento que dio vía libre al bárbaro acontecimiento, además de firmante entusiasta de la Enmienda Platt. Sanguily se opuso también a la demanda de los negros para erigir una estatua en honor a Plácido, fusilado en 1844, por no ser más que “un mestizo sin alma ni decoro, y un desgraciado, un abyecto delator”. También alentó la inmigración europea por miedo a la raza negra.
Desde los primeros años de la República, los afrocubanos sólo hemos visto falsos destellos de mejoramiento en nuestras vidas. Asistimos a una mezcolanza de razas que nos deja por debajo, muy por debajo, de la memoria de quienes pusieron la mayor cantidad de muertos por la patria que ayudaron a forjar. Los seguirá poniendo, si osara protestar a favor de su mejoramiento ciudadano.
Para nadie es noticia que por ser descendientes de esclavos y portadores del color prohibido, tenemos que conformarnos con lo que sobra, y casi nunca sobra nada. Todo ello frente a una Constitución que se ufana en decir que todos los hombres son iguales en derechos y ante las leyes de la República. Sólo que si este hombre es de raza negra, ya deja de ser un igual, y entonces puede aplicársele la constitución de Napoleón, y por supuesto, excluirlo de la leche y las manzanas.
makandalmm@yahoo.com
Aline Helg, Lo que nos corresponde: La lucha de los negros y mulatos por la igualdad en Cuba, Edición Imagen Contemporánea, Casa de Altos Estudios Don Fernando Ortíz, La Habana, 2000, p 63-64. Para ampliar ver Sanguily, Los negros y su emancipación, en Brega de Libertad, Ministerio de Educación, Dirección de Cultura, La Habana, 1950, p 192-196
Nota: Mackandal es miembro del Movimiento de Integración Racial Juan Gualberto Gómez.
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