jueves, 4 de junio de 2009

LOS GUERREROS SOLITARIOS, Frank Cosme


Santos Suárez, La Habana, 4 de junio de 2009, (SDP) No hay posibilidad de escapar de nuestra mente. Tratar de poner esta en blanco es pensar que no pensamos. Ni siquiera cuando dormimos descansa esta.

Aquel que logra encauzar sus pensamientos sin dejarse llevar por el ambiente, la moda y la repetición mecánica de frases hechas, se convierte en un pensador, un maestro o un profeta.

Los Guerreros Solitarios son estos pensadores, los que ven a larga distancia, los que razonan o “racionalizan”. Pueden ser muy instruidos o no tener ninguna educación, pero casi todos tienen algo en común: generalmente “nadie les hace caso”.

Pienso en Winston Churchill y su guerra contra el Parlamento Británico para advertir sobre el Nazismo. Pienso en Varela, en Martí y en el propio Cristo, que al salir de Nazaret declaró: “En todas partes se honra un profeta, menos en su propia tierra, entre sus parientes y amigos y en su propia casa”. (Marcos 6-4)

Estos son los conocidos y también “reconocidos” pero solo al paso de los años. Pero hay otros que pasan siglos y todavía no se les conoce reconoce. Este es el caso de Agustín de Hipona(354-430). La propia Iglesia Católica solo vino a tomarlo en cuenta siglos después, con el título de Doctor de la Iglesia. Tal vez, si no se apuran, sea el caso de Juan Pablo II.

La cultura Occidental ha estado influenciada por el pensamiento cristiano-protestante dada la preponderancia primero de los Ingleses en el siglo XIX y después de los estadounidenses en el siglo XX (el mejor ejemplo es el idioma Inglés). Esto por un lado y por el otro, el pensamiento racionalista, cuyo aparente comienzo fue con René Descartes en el siglo 17.

Dicha cultura rechaza de plano cualquier pensamiento filosófico que provenga del catolicismo. Sin embargo, fue precisamente un católico, Agustín de Hipona o simplemente San Agustín, el padre del pensamiento racionalista y no Descartes, ampliamente reconocido en el campo de la Filosofía como el iniciador del mismo con su famosa frase, “Pienso, luego existo”.

Doce siglos antes de que a Descartes se le ocurriera pensar que existía, San Agustín expresó en su obra “La ciudad de Dios”, capítulo XXVI: “Existimos, sabemos que existimos y amamos nuestro ser y nuestro conocer, NUESTRA MENTE NOS HACE PENSAR Y PENSAR ES EXISTÍR.”

Por lo que a mí respecta, me da lo mismo que lo haya dicho San Agustín o Descartes, lo que sí es evidente que a 16 siglos de haberse expuesto esta verdad, no nos detengamos un instante a saber que existimos, no nos detengamos a pensar.

En el mundo actual y en el caso cubano a partir de 1989 en que la política del Estado hacia las religiones dio un giro de 180º, el Racionalismo, ya sea cristiano-protestante, católico o humanista, sin ninguna creencia religiosa, ha sido sustituido por el pensamiento filosófico asiático. Términos como Karma, Yin y Yang, Reencarnación, Carta Astral, son ya populares en el argot cubano. Este fenómeno, conocido décadas atrás en Occidente como New Age, agrupa todas estas creencias y filosofías asiáticas en una especie de religión a la carta donde se toma lo que se desea y se deja lo demás.

Como siempre, algún que otro extranjero que se especializa en tratar asuntos cubanos, “sin vivir en Cuba, con los cubanos de a pie” toma este tema para criticar, a veces ácidamente, esta nueva visión de la religiosidad del pueblo cubano. Olvidan que este New Age se transportó al ámbito cubano desde la llamada civilización cristiana y occidental, combinándose con el casi subterráneo cristianismo y religiones de origen africano que escondidas se practicaban.

Esto que sucede en Cuba actualmente no es nada nuevo. Sucedió en el 587 ADC cuando el exilio forzoso del pueblo hebreo hacia Babilonia, sucedió en Europa y Estados Unidos después de la Segunda Guerra Mundial y sucedió en la católica España después de la dictadura franquista. Todos fueron momentos de caos para esos países y en el caos, el hombre reacciona agarrando cualquier cosa que ponga orden a su vida.

Lo dijo San Agustín hace 16 siglos y parece tener cierta lógica racional: “La verdad es que la historia humana que parece guiada por el azar, las pasiones, las necesidades y las guerras, se revela enmarcada sobre la aceptación o el repudio a Cristo”.
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