jueves, 4 de junio de 2009

SEÑALES, Luis Cino



Arroyo Naranjo, La Habana, junio 4 de 2009 (SDP) Es envidiable el optimismo a prueba de bombas de los gobiernos europeos y latinoamericanos y de algunos congresistas norteamericanos acerca de la posibilidad de cambios graduales hacia la democracia en Cuba bajo el régimen de sucesión. Cifran expectativas demasiado altas en la firma de tratados que no se acaban de ratificar, en el regreso a la OEA que el gobierno cubano no desea porque no le conviene, en la necesidad de levantar el embargo norteamericano. Salvo en los casos de ciertos cómplices incondicionales, alcahuetes solidarios por conveniencia, tiburones pacientes que negocian con socios en bancarrota y tontos impenitentes, no hay dudas que son actitudes bienintencionadas. A veces, la ingenuidad, si no es excesiva y no lastima los derechos de millones de personas, puede ser una virtud.

Debe ser que desde los puestos de observación aventajados de la política mundial, las cancillerías latinoamericanas y de la Unión Europea conocen detalles que por acá, los cubanos de adentro, ni siquiera imaginamos. Del lado de acá del muro del Malecón de las putas y la desesperanza y de las puertas rigurosamente controladas por el MININT de los aeropuertos internacionales, las señales que percibimos no pueden ser peores.

Las autoridades del gobierno y el Partido Único llaman al ahorro y a apretarse aún más los cinturones. Ante la posibilidad de que vuelvan el hambre y los apagones, se disparan el descontento y todo tipo de rumores. Dicen por la calle, entre otras muchas cosas, que ya están listos los equipos antimotines. Se habla de carros con cañones para disparar agua a presión. Ojala sean sólo rumores, pero no dudo que tengan que recurrir a la represión pura y dura. Después de todo, en la nueva consigna oficial, como en todas las anteriores (¡vaya manía siniestra!), se habla de la muerte como alternativa.

El sentido común de levantar las prohibiciones y no apretar hasta el reventón parece que renunció definitivamente a hacerse sentir. La tolerancia, ni siquiera reducida a su mínima expresión “dentro de la revolución”, asoma por ningún lado.

Recientemente expulsaron del banco donde trabajaba a Miguel Arencibia. Su pecado fue enviar a través de su correo electrónico, artículos a Kaosenlared, una página web de izquierda radicada en Barcelona. Lo acusaron de “uso indebido de su computadora y los servicios asociados”. Le aplicaron la Resolución 127 del Reglamento de Seguridad para las Tecnologías de la Información que decretó el 24 de julio de 2007 el Ministerio de Informática y las Comunicaciones. Arencibia no es un periodista independiente o un bloguero que escribe ciber-dazibaos o samizdats digitales, sino un hombre que se dice revolucionario convencido y aboga en los artículos que cuelga en Kaosenlared y que no publican en Cuba, por un Socialismo Participativo y Democrático como único modo de salvar a la revolución.

Pero hay casos peores. El domingo 17 de mayo, el joven escritor Ángel Santiesteban sufrió una brutal agresión a plena luz del día, en medio de El Vedado. Lo atacaron dos desconocidos que antes de golpearlo con un tubo, fracturarle un brazo y navajearlo, le advirtieron que no le convenía “hacerse contrarrevolucionario”. Se supone que fue el castigo por escribir cuentos sobre las cárceles y la guerra de Angola que se han publicado en Cuba y por tener un blog en cubaencuentro.com bajo el sugerente nombre “Los hijos que nadie quiso”.
Así son las malas señales que nos llegan. Nos hacen intuir con aprensión, a pesar del optimismo que reina en ciertas cancillerías y agencias de prensa internacionales, que lo peor de esta historia todavía está por llegar.
luicino2004@yahoo.com


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