jueves, 2 de abril de 2009

DE UNO Y OTRO LADO, Odelin Alfonso Torna.


Arroyo Naranjo, La Habana, abril 2 de 2009, (SDP). Como una moneda al aire giró en los salones del Congreso Federal norteamericano el proyecto de ley encaminado a suavizar las restricciones impuestas a Cuba por el gobierno saliente de George Bush. En otro aquelarre político que busca fórmulas para su acotejo, el impopular presidente Raúl Castro cree conseguir algo de estima liberando cargos y fusionando ministerios al por mayor.

Las dos últimas destituciones ministeriales a la cuenta del raulismo (los líderes históricos Osmani Cienfuegos y Pedro Miret), aunque se cubran con el celofán del deber cumplido, responden al juego de los puños cruzados. ¿En cual de las dos manos está el cambio? No lo sabemos venga de donde venga el guiño.

¿Qué garantías tendrán los disidentes o el simple ciudadano de a pie una vez se acelere el envío de remesas, se levanten las restricciones a los viajes de cubanoamericanos, o se promueva el intercambio comercial y académico entre criollos y norteños?

Tanto para el exilio como para la oposición prodemocrática dentro de la isla, la propuesta de Barack Obama puede ser la fórmula equivoca o no ante las apetencias de reformas. En cuanto al gobierno militar encabezado por Raúl Castro, una flexibilización en la política hacia Cuba, sería otra bala de salva tirada por el mismo cañón imperial.

Desde una posición en la que se mezclan actitudes y resentimientos como la esencia más radical del anticastrismo, justificada de hecho, suavizar sería subsidiar la ideología del régimen, o darles esa victoria moral que no les pertenece. Reforzaría además los controles y toda variante represiva contra disidentes y periodistas independientes, siempre recompensando a sus “fieles” ejecutores.

Sin embargo, para quienes promueven el diálogo con el gobierno de Raúl, con o sin agenda sobre la mesa, enmendar restricciones o poner fin al “bloqueo norteamericano” serán como dar un clic sobre ese atajo que supone el cambio definitivo hacia una sociedad democrática.

Según un estudio realizado por la Universidad Internacional de la Florida, un 53 % de las remesas que recibe la familia cubana proviene de EEUU. El gobierno norteamericano limita el envío de remesas a un máximo de 1 200 dólares al año. El grueso de esta divisa, y otras que se envían por canales ilegales, van a parar a las arcas del régimen.

Además, para enfrentar las restricciones impuestas por EEUU, las autoridades cubanas aplican un gravamen del 10% sobre la moneda estadounidense. Los cubanos que reciben remesas desde EEUU por vías legales o no, obtienen 83 centavos por cada dólar cambiado.

Se estima que dos tercios, alrededor de mil millones de pesos convertibles por concepto de venta en las Tiendas Recaudadoras de Divisas (TRD), provienen de estas remesas familiares.

¿Qué pasaría si este flujo del dólar imperial aumentara al levantarse las restricciones?

¿Desestimaría Cuba la aplicación del gravamen sobre el dólar proveniente de EEUU, su enemigo histórico?

A mi juicio, este cambio de política sobre las restricciones impuestas por George Bush en el 2004, sería duplicarle la cuota de combustible a la maquinaria castrista. Pienso que aunque se levante el embargo económico y financiero, Cuba va enseñar la mano vacía.
Arroyo Naranjo, 2009-03-09
odelinalfonso@yahoo.com

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