jueves, 2 de abril de 2009

VIVENCIAS, Amarilis C. Rey




La Habana, abril 2 de 2009 (SDP). Después de varios meses que la embajada de Ecuador en la Habana anunciara el libre ingreso de los cubanos a ese país, fuentes extraoficiales aseguran que más de 40 mil emigrantes han viajado a esa nación sudamericana.

Según el criterio de varias de estas personas, que después de probar suerte en ese país, están regresando por algunos días para ver a los familiares que dejaron detrás: “Aquello es lo máximo.”

Orlando fue balsero. Muchas veces arriesgó su vida por llegar a Estados Unidos. En más de una ocasión fue devuelto a la isla por los guardacostas estadounidenses al ser interceptado en el mar. Ahora vive en Quito y asegura que de continuar todo como va, no le interesa llegar a las costas de Florida.

“Lo mejor que tiene es que puedes venir a ver a tu familia cuando te dé la gana – dice- y ayudarla. Lo mismo económicamente que con ropa, zapatos y otras cosas. Allí te sientes libre, nunca ves un policía multar a alguien por cualquier motivo como aquí”.

Este habanero de 30 años hoy se encuentra de visita en la isla. Hace tres meses que viajó a Ecuador con una visa de turista pero gracias a las gestiones de un abogado, pudo obtener la residencia por matrimonio.

“Tú nunca ves a la novia, los abogados se encargan de eso y luego le dan un por ciento a la muchacha que casi siempre es una indígena. Pienso que quizás sean 200 o 300 dólares. Ellos cobran entre mil y mil 500. Hubo un abogado que me pidió 600 por la gestión, pero como era muy poco dinero, temí que fuera una estafa y rechacé la oferta.

Vine por quince días y ya estoy loco por irme, pero quiero llevarme a mi primo. Pensamos poner allá un negocio de vender ropa.”

Comenta emocionado la abundancia de comida, además las frutas, las viandas. Y cuenta: “Ahora cuando regrese tenemos planeado entre varios amigos, asar una ternerita. Allí es más cara la carne de cerdo que la de res, aquello es increíble.”

Pero afirma con tristeza: “Tu no te das cuenta bien lo mal que vives hasta que no sales de Cuba. Mi padre y mis abuelos me dicen que en este país se vivía muy tranquilo y bien, pero la verdad es que me cuesta mucho trabajo creer eso”.

Maikel es otro joven que también siguió los pasos hacia el sur. Tiene 25 años y residía en La Habana. Hoy vive en el centro de Quito.

“Vivimos en un lugar muy céntrico, como decir el Vedado de aquí. Entre varios amigos costeamos un apartamento que tiene de todo, hasta agua caliente en el baño. No es tan caro, lo podemos pagar bien. Cuando estoy allá, pienso en mi hijo, en mi familia, sobre todo cuando veo tantas cosas de comer que ellos aquí ni siquiera se imaginan. Puedo asegurar que si no fuera por ellos, me olvidaba que soy cubano. Pero bueno tenemos que seguir adelante”, concluye.

Sin embargo, Juan, un anciano de 81 años, recuerda que en su juventud no había por que irse de Cuba: “Nadie pensaba en irse, teníamos todas las posibilidades del mundo. Sentíamos mucho orgullo de ser cubanos. Había dificultades, sí, pero teníamos mucha disposición para trabajar y se ganaba dinero. Del trabajo se podía vivir, y las palabras de las personas también tenían un gran valor. Ya todo eso, desgraciadamente, se perdió.

De acuerdo con todas estas vivencias, se impone una interrogante: ¿Será cierto que todo tiempo pasado fue mejor o es este el peor de los tiempos?
amarilisrey@yahoo.com

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