jueves, 2 de abril de 2009

SOBRE ÓRGANOS Y MIEMBROS, Juan González Febles


Lawton, La Habana, 2 de abril de 2009, (SDP) Los únicos órganos con miembros personalizados son los órganos de la policía de Seguridad del Estado de la dictadura militar de los Castro. Son la institución más representativa en los últimos 50 años de eso que dan en llamar revolución cubana. Herederos directos de la Gestapo, Stassi, KGB, etc., la policía política cubana cumple funciones idénticas de corrección política, en una clave de represión totalizadora y enajenante.

Los miembros de los órganos de la Seguridad del Estado o segurosos, forman parte obligada del paisaje social y político cubano.

El pasado 26 de marzo se cumplió cincuenta años de la fundación de tan tenebrosa institución. La conmemoración tuvo lugar, nada más y nada menos que en un parque habilitado a esos efectos en Cacahual, lugar donde descansa Antonio Maceo, prócer cubano que junto con Máximo Gómez y José Martí, conforman una virtual trinidad suprema en el altar de la nación cubana.

Es totalmente cierto que el régimen cubano ha sobrevivido al esfuerzo de sus enemigos y a un rechazo popular casi unánime gracias a la policía de Seguridad del Estado. Esto justifica este y todos los homenajes que la élite geriátrica quiera rendir a su más caro sostén.

Las leyendas oficiales han personalizado miembros, tipos duros singularizados por filmes, novelas y hasta tiras cómicas. Pero nada suplanta el conocimiento directo y personal del vacío y la deshumanización de estos prototipos creados por la propaganda. Desde Alberto Delgado de quien se dice fue en realidad, un pobre tipo gobernado tiránicamente por su mujer, hasta las criaturas patéticas inducidas en fecha reciente a la traición, a través de oficiales entrenados por inescrupulosos practicantes de las ciencias médicas sicológicas.

El régimen de los Castro es cruel y excluyente. Cada una de sus instituciones emblemáticas lo es. El maltrato a los presos políticos y su salud quebrantada a partir de un plan dirigido a ese fin, nos habla de un sistema cruel. Un sistema servido por las personas viles que cumplen órdenes criminales y que se agrupan bajo el manto de la policía de Seguridad del Estado.

Manuel David Orrio, el llamado ‘agente Miguel’, aparece en público en pose de contestatario. No fue invitado al Cacahual y reclama que no es publicado en la prensa oficial. Recientemente salió de alguna madriguera para amedrentar a los intelectuales de Temas, con galimatías de dudosa naturaleza legal.

En su última entrevista, publicada en Kaosenlared, (donde si no) se refirió a los últimos momentos de Néstor Baguer, el llamado agente ‘Octavio’. Baguer murió solo, abandonado y ahogado en sus vómitos y su mierda. Se fue como una rata, con mucho miedo. Esto fue expuesto en su momento por la prensa nacional independiente. Años más tarde, su compañero de indignidad lo reconoce.

Pero, ¿podía ser de otra forma? Si Carlos Lage, Fernando Remírez Estenoz y Felipe Pérez Roque según las versiones oficiales carecían de un aval de sacrificio acumulativo que les hiciera acreedores, no ya de la miel del poder sino de mera y simple consideración y respeto humano, ¿qué podría tocarles a un pobre y patético grupo de hombrecitos obligados a traicionarse y a traicionar?

La relación entre los órganos de la Seguridad del Estado y sus miembros, reproduce el esquema de un sistema que no contempla la compasión. Sus miembros están dispuestos para desecho, corte, purga o el término equivalente que se escoja.

Para ellos, el nombre Miguel carece de resonancias arcangélicas y al hacer un parafraseo de mi colega Luís Cino, digo que Octavio, no es exactamente una referencia de emperador romano. Son sólo viejos expedientes de tipos vencidos, o quizás doblegados en un archivo siniestro que clasifica infames, infamias, miserias y debilidades con perfiles, parque, museo y pedigree incluidos.
jgonzafeb@yahoo.com
museo de la Seguridad del Estado en Playa

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